Fue Don José Gervasio Artigas un caudillo que intentó, a lo largo de nueve años(1811-1820), liberar a América de los imperios de la época, principalmente de los decadentes Español y Portugués. A su vez unificar políticamente , manteniendo la autonomía de cada provincia, a ese continente tan débil, ayer como hoy, frente a los poderosos del mundo.
Artigas comprendió la importancia que tenía para la producción de cada región y para cada provincia la libertad comercial, pero siempre que hubiera una descentralización del poder político de la capital del Virreinato: Buenos Aires.
No olvidó a los más humildes y para ellos creó un Reglamento de Tierras por el cual repartía los grandes latifundios de los “malos europeos y peores americanos”.
Pretendió, como creemos en nuestros días, que “los más infelices sean los más privilegiados”. Estos nuevos privilegiados iban a ser los negros libres, criollos pobres, indígenas, es decir aquellos que se reunieron y lo condujeron con sus armas a tomar la vía revolucionaria para concretar aquellas ideas.
Y esto no era broma. Todo lo contrario. Estas ideas de descentralización y autonomía (que en su conjunto llamamos federalismo) y las ideas de justicia social le trajeron los más grandes enemigos de América y las más grandes traiciones que se puedan imaginar.
Durante años, desde su autoexilio en Paraguay, las clases dirigentes de Buenos Aires y sus aliados orientales crearon una verdadera “leyenda negra” que lo hizo conocer a las nuevas generaciones como un “anarquista”, contrabandista, asesino, endilgándole todo tipo de maldades.
Y esto no fue casualidad. Los comerciantes bonaerenses, los orientales traidores, por sus propios intereses materiales, urdieron esa leyenda para que los pueblos no volvieran a pensar en Artigas como su intérprete y a los americanos como el federal respetuoso de las necesidades de cada provincia.
Artigas fue, sin ninguna duda, un republicano y un demócrata. Los documentos lo afirman. El continuo batallar del caudillo oriental para que los pueblos participaran en las grandes decisiones políticas del momento, así lo prueban. Las distintas asambleas que se realizaron bajo su conducción y los congresos que las provincias realizaron para darse un gobierno federal, hicieron del artiguismo el pilar fundamental del republicanismo y del respeto a la soberanía de los pueblos.
Luego de que el país se constituyó como Estado independiente surgió la necesidad de tener un prócer uruguayo que uniera, con su prescindencia de las luchas entre colorados y blancos, a todos los orientales. La intelectualidad de fines del siglo XIX tomó la figura de Artigas como centro de un culto cívico nacional. Así nace el Artigas Padre de la Patria. Este concepto de corte nacionalista empobreció la figura del Caudillo.
Artigas nunca pretendió una Nación Uruguaya, sino una Nación Americana, la llamada Patria Grande. Esa construcción está en la idea de varios estadistas actuales como un debe para el desarrollo económico, social y democrático de nuestros países.
Cuando festejamos el Bicentenario de nuestra revolución no podemos olvidar todo lo que significa Artigas para nuestro presente. Por eso en el 2011, no sólo festejamos sino que homenajeamos las ideas del Protector de los Pueblos Libres aún vigentes y por concretar.
Jorge Rossi Silva
Presidente del Comité Patriótico de Las Piedras.
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